La actriz cordobesa de 37 años, Leticia Andrada, más conocida como Mamina, se ha convertido en una referente que lucha contra las prácticas gordo-odiantes desde el teatro independiente cordobés. Además de habitar el mundo del arte escénico, es docente de Teatro en el nivel inicial, primario y secundario, y está próxima a recibirse de Magíster en Antropología Social en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Investiga la diversidad corporal y la estigmatización del peso y el físico desde la mirada del activismo gordo argentino; una temática que la interpela desde su infancia. También, narra su vivencia como víctima de gordo odio, cómo la afectó y la violencia institucional manifestado cotidianamente en el ámbito público y privado.
Dialogamos mano a mano con Mamina, en un espacio luminoso con una vista panorámica hacia la costanera del río Suquía, desde el cuarto piso de su departamento en compañía de unos exquisitos mates.
Faceta como activista gorda
“Mi participación en el activismo gordo es desde la escena, un espacio donde me siento cómoda y en donde forjé mi carácter”, afirma. Cuando era niña, no tenía noción de la forma de su cuerpo. En reiteradas ocasiones, le marcaban la diferencia de que era más alta y más gorda que otros. “En ese momento me sentí menor que el resto, me costaba relacionarme con el resto, expresar mis sentimientos durante mi adolescencia”, agrega. Sin embargo, tal sufrimiento mermó cuando inició su carrera artística en la UNC. Fue un nuevo comienzo, un espacio de expresión y diversidad de personas.
En cuanto a las prácticas gordo-odiantes, la actriz considera algunas políticas para erradicarlas. En primer lugar, profundizar la concientización de la diversidad corporal y el acoso escolar en la Educación Sexual Integral (ESI), porque la discriminación se gesta desde las infancias. En segundo lugar, la existencia de un ente que regule y controle las campañas publicitarias tanto audiovisuales como gráficas, ya que observa que existe un lenguaje que reproduce estereotipos de género y corporales como forma de violencia simbólica, referida en consumos infantiles y adultos.
Asimismo, la actriz reflexiona sobre la sociedad argentina como prejuiciosa en donde el gordo odio es una práctica de opresión cotidiana generada en todos los ámbitos de socialización. Sobre esto, afirma que estamos ante una cultura arraigada al modelo capitalista, una cultura machista, heteropatriarcal y una copia de cuerpos normados hegemónicos. “Yo nunca me he sentido más rechazada que en mi propio país”, dispara. No obstante, considera que en otros países latinoamericanos como México o Perú, y en España existe una aceptación por la diversidad corporal y una identidad cultural que es propia del lugar.
Su faceta actoral
Mamina se recibió en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba y tiene una trayectoria de 19 años como actriz y productora de teatro independiente. Desde el 2007 se desempeña como docente de teatro en nivel inicial, primario y secundario de varios establecimientos de Córdoba. También ha coordinado talleres de teatro para niños, adolescentes y adultos.
Actualmente, se desenvuelve como productora y actriz de la obra “Cosas de Gordes” estrenada en Córdoba Capital en agosto de 2022, junto con Lorena Lopes y Daniela Fontanetto, que desarrolla como tema principal la urgencia imperativa de hablar sobre la diversidad corporal y el gordo odio. Una obra que impulsa y reafirma el activismo gordo como también empodera el rol de la mujer gorda en el escenario.
El elenco de la obra se compone por mujeres, en su mayoría gordas, identificadas con el nombre de “Colonia Gorda”: Daniela Fontanetto como directora, Lorena Lopes y Mamina Andrada ideal original, producción y actuación, Mercedes Coutsiers como diseño escenográfico y vestuario, Grace Ugarte como asistente en realización escenográfica y vestuario, Agustina Márquez en diseño de iluminación, Agustina Soledad Charra en operación de luces y María Lucía Chaij en edición de sonido. La comunidad de “Colonia Gorda”, cuenta la actriz, ayudó a empoderarla frente al escenario. Confiesa: “Formamos una comunidad gorda, nos prestamos ropa, nos recomendamos médicos; es un grupo de apoyo que, en lo personal, me hizo sentir mucho mejor”.
Por otra parte, reflexiona sobre la participación de los cuerpos gordos en el teatro independiente y resalta que, “los cuerpos gordos no forman parte de los castings, salvo en situaciones de amiguismos o por contacto directo”. Esta realidad se hace visible y es una preocupación que perjudica a los cuerpos gordos. “Es poco el porcentaje de castings en Córdoba y siempre son los mismos cuerpos en escena”, expresa la actriz.
De la misma forma, describe los papeles que protagonizan los actores/actrices gordos en la televisión, “el amigo de, el gracioso, el simpático, pero nunca el protagonista principal. Y si llega a ser el actor/actriz principal hacia el final tiene que mostrar que ha cambiado su cuerpo gordo a un cuerpo delgado”, enfatiza.
Víctima de gordo odio
Desde su infancia, la entrevistada fue patologizada por su pediatra por ser una niña con problemas de gordura. Así, rememora que a los tres años la pusieron a dieta, le diagnosticaron que tenía problemas de tiroides y, por lo tanto, que tenía que someterse a una dieta. Una dieta en donde no podía tomar leche sino té, en donde la palabra alfajor estaba prohibida.
A los 15 años de edad, fue diagnosticada de obesidad, según la calculadora del índice de masa corporal. A partir de este estado corporal, ella tomó una postura muy tajante y de autoexigencia. Gestionó su dolor con la familia y su vínculo afectivo. “Sentía que no pertenecía a ningún lugar, mis amigos eran flacos, el único que tenía cuerpo diferente era un amigo en silla de ruedas”. Como resultado de esta situación, a los 17 años comenzó terapia pero después de cinco años, pudo afrontar su problema de la gordura y autoestima.
El ingreso a la universidad a sus 18 años, marcó un antes y un después en su vida. Fue un espacio donde se vivenciaban diferentes realidades de diversidades de género y sexo con personas discriminadas que empatizaron con su propio estigma. “Ellos me ayudaron y me impulsaron sin saber”, remarca. Desde su experiencia personal, expresa que los espacios que más discriminan son los trabajos relacionados a la atención al cliente, a la venta, las academias de danza y los boliches”.
Después de un largo recorrido y bajo el interrogante de qué la llevó a ser actriz, la entrevistada finaliza con la siguiente expresión: “En el escenario puedo ser la que no soy y me molesta ser”; una frase que la identifica hasta el día de hoy.
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