Durante años, las mujeres han utilizado tampones o compresas para proteger su ropa durante la menstruación, pero existen otros métodos diferentes a los tradicionales, como las copas menstruales. Es una alternativa a los productos desechables de uso interno, funciona creando un vacío entre los bordes de la copita y las paredes de la vagina.
Desde hace ya un tiempo, está en discusión su efectividad y su uso ecológico.
María Elena Carreras, obstetra y ginecóloga, y además una mujer comprometida en conciencia ecológica expresó: “cualquier ginecólogo tiene que estar de acuerdo con la copa menstrual porque no produce efectos secundarios ni infecciones, y además tiene un efecto añadido súper positivo que es el reconocimiento del propio cuerpo femenino”. En un mundo en el que el residuo importa, todo lo que sea favorecer materiales reciclables es positivo, agregó la experta.
A diferencia de otros artículos, puede ser usada hasta 12 horas al día y su vida útil puede llegar hasta los 10 años. Los materiales que la componen varían según la marca, pero en general están hechas de silicona, látex o caucho vegetal. Muchas mujeres llegan a la copita por cuestiones de salud, vinculadas a la intolerancia de toallitas o tampones corrientes.
Por otro lado, en el rubro de los investigadores se realizó la primera revisión científica sobre las copas menstruales y descubrieron que son seguras y potencialmente tan efectivas como otros productos, además de ser beneficiosas en términos de ahorro de costos y desperdicios.
Una de las encargadas de llevar a cabo la investigación en marco a la ciencia fue la profesora Penelope Phillips-Howard quién incluyó los datos de 43 estudios y 3.300 mujeres y niñas. Donde relevó resultados que sugieren que las copas menstruales son seguras y producen fugas similares o más bajas que las almohadillas o tampones desechables. La docente agregó: “Las copas menstruales recogen el flujo sanguíneo en lugar de absorberlo como otros productos y se insertan directamente en la vagina.”
En base al análisis científico se estima que el 70% de las mujeres deseaban seguir usándolas cuando se familiarizaron con la forma de hacerlo, lo que llevó a los autores a sugerir que la información y el seguimiento del uso correcto podrían necesitar formar parte de los programas de salud menstrual.