Ayer finalizó la doceava edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín (FICIC). Las películas y producciones ganadoras fueron publicadas en la página oficial del evento. Roger Koza, el director artístico, habló ayer sobre cómo fue la organización del festival.
Además de realizar la programación en el FICIC, Koza también ha trabajado en otros festivales internacionales de cine, como el caso DocBuenos Aires y Filmfest Hamburg. Por otro lado, es crítico de cine en el diario La voz del interior de la provincia de Córdoba, y conductor del programa de televisión “El cinematógrafo” de Canal 10 de la Universidad Nacional de Córdoba.
A continuación, la entrevista completa:
Acaba de finalizar la instancia competitiva del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín ¿cómo se fue desarrollando esta doceava edición?
Esta edición del festival creo que debe haber sido la mejor. Tengo la impresión de que la programación fue diversa, coherente y consistente. Además, hubo un público que pudo atravesar o disponerse, o al menos esa fue la percepción que me dio estar en las funciones, en un lugar que no va solo de si les gustan o no les gustan las películas. Se trató de confiar en la programación otorgándole a cada película un valor que que puede o no ser reconocido, y que puede ser traducido como lo agradable o no, pero que no deja de ser algo que merece el tiempo del espectador frente a esas películas. En ese sentido, creo que la relación entre el público y la programación fue la más virtuosa desde que el festival comenzó.
Teniendo en cuenta su experiencia como crítico cinematográfico y director artístico del FICIC, ¿hay alguna producción que recomiende para visualizar de las propuestas en el festival?
De ningún modo pensaría lo relevante para ser visto en términos de ganar o perder una competencia. Creo que la competencia es una concesión innecesaria de la que sigo siendo cautivo más allá de mi absoluta indiferencia en un sentido, y desinterés en otro. Sin embargo, entiendo que allí hay que proponer, por una cuestión de herencia y de tradición del festival en sí, como yo lo tomé, como también de las tradiciones de los festivales existentes, donde se cree que en la competencia se juega la identidad del festival. Yo no creo que sea así, pero siendo un festival tan pequeño, la competencia sí reúne cinco películas claves del cine contemporáneo. Dicho eso, cualquiera de las cinco películas por mí podría haber ganado, y todas también me parecen insoslayables para no dejarlas pasar. Son películas que merecen ser vistas como signos del festival.
Este año se presentó como novedad la inauguración del Cine Atlas como sala de proyección, ¿podría contar un poco los beneficios que trae esta nueva incorporación al FICIC?
Por primera vez esa sala cuenta con equipo de DCP y dada la distancia que existe entre la cabina de proyección y la pantalla, siendo relativamente escasa, la calidad de la proyección es altísima. Y eso realmente para el festival ha sido un pequeño logro, que para la mayor parte de los festivales de la Argentina no es ningún logro. Es una condición indispensable, un estándar de cualquier proyección, de cualquier festival. Pero dado que el festival de Cosquín, es en Cosquín, donde durante muchos años no tuvo salas de cine, eso sí es un logro.
La proyección analógica ha estado presente desde las primeras ediciones del festival, convirtiéndose en una de las principales atracciones, ¿tienen pensado recuperar otras películas y producciones bajo este formato?
La importancia del cine analógico en el festival es una decisión inicial que cuenta con el azar a favor, porque en ese festival, en esa ciudad, hay un hombre que tiene las máquinas para proyectar y que además sabe hacerlo del mejor modo posible. Entonces, eso, plus mi relación con Martín Peña, que permite, entre otras cosas, tener un caudal de películas en fílmico para elegir, lleva a que el festival pueda ofrecerle a su público algo que muy rara vez sucede en los festivales de cine en la actualidad. Entonces eso realmente es un privilegio. Para nosotros pasar películas en fílmico no es solamente una cuestión ni fetichista ni nada que se le parezca. Es esencialmente una forma de restituir o reponer una experiencia física del cine, una materia del cine. Una memoria del cine que es la dimensión física de la fotografía como comunidad de información y almacenamiento por lo cual podemos ver algo y escuchar algo. Entonces es una política del festival de primer orden. Allí se juega mucho más que pasar las películas en fílmico. Allí se juega un reencuentro con la historia técnica y con la materia, en tanto materia y memoria del cine.
Ayer y antes de la transmisión de la película “The Last Screening” del director Darezhan Omirbayev, usted afirmó que en el equipo de producción no esperaban una cifra tan alta de espectadores para aquella función ¿Por qué cree que tanto productores como espectadores siguen apostando por el cine independiente?
The Last Screening es una película de Kazajistán, de un cineasta que no es conocido en general, ni siquiera a veces por los cinéfilos de este país, aunque sí es un cineasta celebrado en algunos círculos de la crítica internacional. Darezhan Omirbayev tiene sin duda no solamente defensores acérrimos sino gente que lo considera uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos. Yo, entre ellos. Y primero que se confíen de una película de Kazajistán, que para muchos es quizás hasta un chiste, porque hubo una película estadounidense que jugó con la idea de parodia de ese país, que era muy graciosa, por cierto. Pero entrever que allí realmente hay una película que tiene, entre otras cosas, una hermosa propuesta para pensar el estado de las imágenes contemporáneas, y que la gente fue y quiso ver, y las que quedaron afuera no quisieron perdérsela y pidieron otra función, bueno, es un triunfo de la programación, sinceramente ¿Por qué lo creo? Quizás porque la comunicación del festival fue sincera, directa y didáctica.
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