En Argentina, una persona que habita un cuerpo gordo sufre discriminación, rechazo y odio. Esta problemática se materializa cuando se ven negados al acceso a la salud integral, la educación, la recreación, el trabajo y la vestimenta. Así, el gordo-odio opera sistemáticamente como práctica discriminatoria y se representa a través de discursos de burla y rechazo.
En este sentido, dos actores sociales como el Colectivo de Activistas Gordos en Argentina y profesionales de la salud mental reflexionan estrategias colectivas en busca de la aceptación e inclusión de la diversidad corporal y, a su vez, acerca de cómo erradicar las prácticas violentas.
El impacto en la salud mental
Chiara Ciaburri, psicóloga de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y activista gorda afirma que, “el gordo odio está institucionalizado. Existen imaginarios y representaciones sociales instituidas que ubican a las personas gordas en segunda categoría, poco valiosas, sedentarias, enfermas, poco inteligentes, vagas”. De esta manera, la especialista en salud mental reflexiona que las prácticas gordo odiantes, como discursos y acciones, marginan y vulneran el acceso a los derechos de personas gordas a causa de su corporalidad. Esta práctica de exclusión, sostiene Ciaburri, se materializa cada vez que observamos “publicaciones de memes, chistes, videos que son compartidos y viralizados por las redes sociales”, acompañadas de la participación ciudadana que se entretiene con mensajes que estigmatizan y atentan contra la integridad física y mental de personas gordas.
Asimismo, uno de los trastornos más comunes en las sesiones de terapia es la “problemática de la imagen corporal”. Julieta Brito, psicóloga y especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), explica que, “dentro de las consultas, un gran porcentaje de pacientes inician el tratamiento psicológico por una angustia vinculada a lo estético. Esto provoca inseguridad a la hora de socializar con otros, baja autoestima, dificultades para salir de sus casas, la necesidad de aprobación constante, así como también, un fuerte impacto en el no disfrute de la vida sexual”. Y, agrega que “en la actualidad se puede agredir, linchar, agraviar a través de las redes sociales sin que una ley medie los vínculos, sancione y produzca un efecto de límite entre las personas”.
También, las prácticas gordo odiantes aparecen en los ámbitos de educación a partir del acoso escolar o “bullying” que ocurre cuando un niño o adolescente es agredido física y psíquicamente en la escuela. Al respecto, Esteban Morales, psicólogo de la escuela Ipem 310 “Puerto Argentino” revela: “Nos tocan situaciones de bullying y nos resulta difícil el abordaje por el hecho de que los chicos no lo comentan, se quedan callados, a los padres les cuesta hablar y entonces pasa desapercibido. Estos insultos o formas de agresión no se dan de forma visible frente a los docentes sino que es algo más solapado, por lo bajo”. Además, afirma que el bullying se suele producir durante “el recreo, en los baños, en donde no están frente a adultos”.
Una lucha por la gordura
A pesar del creciente discurso gordo-odiante, los activistas gordos se alejan de los cánones de belleza y promueven dos tendencias surgidas en los noventa, mejor conocidas como “body positivity/body positive” y “body neutrality”. Desde la organización expresan que el “body positivity/positive” pone el foco en que todos tenemos derecho a amar nuestro cuerpo sin importar que encajen o no dentro de los estándares de belleza. Mientras que el “body neutrality”, cuestiona los mandatos de belleza, el lugar que socialmente le damos a la apariencia y la autovaloración.
El Colectivo de Gordxs Activistas de Argentina describe que la gordofobia “es la discriminación que sufren las personas gordas a través del odio, rechazo y violencia por el simple hecho de ser gordas y se reproduce con el bullying escolar, exclusión laboral, en el transporte público, en la publicidad, en el deporte; mientras que el gordo odio apunta al rechazo, discriminación y violencia que sufren las corporalidades gordas por el simple hecho de ser gordas”.
Datos
Según el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), los datos arrojados en el último mapa de discriminación del año 2019 confirman que en Argentina “el segundo tipo de discriminación más frecuente en todos los ámbitos de la vida de una persona está dirigido hacia personas gordas basado en cuestiones estéticas”.
El arte se ocupa
Las prácticas gordo-odiantes se manifiestan también en el ámbito teatral para darle un sentido artístico y una mirada concientizadora. La obra de teatro independiente, Cosa de Gordos pone en escena la reivindicación del activismo gordo desde una visión delirante y grotesca trabajada con humor e ironía. Dos actrices cordobesas, Lorena Lopes y Mamina Andrada, visibilizan diversas situaciones en las que se ven discriminadas y patologizadas por su condición de gordas.
La actriz y productora de la obra, Mamina Andrada, expresa: “La idea de la obra nace por una situación vivida durante la pandemia de Covid-19. En ese momento, aparecieron chistes, memes, comentarios donde las personas se desesperaban por salir de su casa y lo único que hacían era comer. Estos chistes eran compartidos por nuestro contexto más cercano. A partir de esta situación, empezaron a surgir todas las alarmas de que el miedo a estar gordo existía, en el común de la gente que más amábamos”. Agrega que esta cantidad de memes hablaban de cuerpos gordos que pretendían ser graciosos, pero que reflejaban un discurso de odio para ridiculizar cuerpos no hegemónicos.
Repensar prácticas sin violencia
Una manera de evitar las prácticas discriminatorias y no naturalizar lo que vemos y escuchamos es a partir de la construcción de “espacios libres de discriminación y violencias”, afirman las especialistas en salud mental. Es fundamental revisar las propias prácticas y teorías, además de construir lógicas que no refuercen la cultura de la dieta, los mandatos de la delgadez o la normativización de los cuerpos. Además, es urgente apuntar a que el Estado garantice el cumplimiento de los derechos. En el ámbito educativo, es prioridad que se garantice una educación integral sexual con diversidad corporal para que las próximas generaciones, no paguen con su cuerpo y salud mental, las heridas por no pertenecer a criterios hegemónicos de belleza.
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