Luis Grasso, quien fue director de la Escuela de Ciencias de la Información (ECI) en el período de los años 1973 a 1974 nos narra la historia signada por los conflictos políticos del país, la construcción de una identidad disciplinar y académica, y transmite su pensamiento crítico respecto a una comunicación comprometida con la vida social y cultural en el marco de un importante aniversario para la hoy entonces Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) a sus 50 años en la universidad pública. Grasso, entre demás ex directores, vivenciaron la creación de una ECI en el año 1972 durante una dictadura en retirada, sumado al proyecto de una comunicación liberadora en fugaces tiempos de avance de los sectores populares, la escalada autoritaria más la represión dictatorial, el retorno democrático en el año 1983, la reinvención académica y el crecimiento institucional, los desafíos de la comunicación como disciplina científica y el periodismo como práctica social, la explosión tecnológica, sus efectos y potencialidades, el paso de escuela a facultad y su consolidación, son algunos aspectos que caracterizan su reflexión.
En un primer momento se abordó el contexto nacional y latinoamericano entre los años 1972 y 1973 que, en aquél entonces llegaron para la iniciación de la Escuela, ya en funcionamiento, como docentes de filosofía y jefes de trabajos prácticos. Docentes, comentó Grasso, que se habían ido convocando a la luz de nuevas cátedras que han ido abriéndose. “Estábamos bastante incómodos con Lanusse”, afirma el entonces director de la Escuela, haciendo referencia al militar y dictador argentino Agustín Alejandro Lanusse. Se venía de una historia con gobiernos militares sucesivos con alguna “perdición” democrática muy restringida, palpitándose la sensación de que tenían la existencia dictada “tratando de decirnos qué tenemos que ser”, asegura Grasso incómodo con situaciones de dependencia militar como estas.
Luis Grasso conversó sobre los aportes teóricos y metodológicos para el proyecto institucional. Aquí, por un lado, recordaba al filósofo Sócrates citando “la realidad es la realidad cómo nosotros las estamos viendo en preguntas y respuestas”, “yo pregunto porque no sé”; así aprendía con los ciudadanos que hablaba de las cotidianeidades, construyendo un discurso de develamiento de su realidad social. Para Grasso, corrompe a la mente de los ciudadanos por hacerles pensar sobre su realidad social. Por otro, el pensamiento de qué podían hacer y cómo sería la Escuela a través de un colectivo de docentes que se juntó con un colectivo de alumnos. Así, a modo general, definir las asignaturas, didácticas, los trabajos prácticos y todo aquello que conformara lo institucional. Así también como se terminaría de conformar lo institucional, emergía la movilización estudiantil y sus asambleas existiendo la necesidad de elegir alguna organización estudiantil y algún director. Entre esas asambleas había sido entonces elegido Luis Grasso como director de la ECI (1973 a 1974). “Creo que tenía un tesoro” expresa haber sentido luego de haber sido escogido, “todo lo que habíamos hecho hasta ahí, había sido hecho participativamente”. Todos los problemas que recibía Grasso de la Escuela, los bajaba a la participación como “técnica didáctica”. “La participación tiene que ser desde la necesidad, hasta que se cumpla” reflexiona a modo de metáfora. Se tenía que participar la necesidad, la ejecución y el disfrute de la Escuela. “Nuestro objeto de oficio como alumnos y educadores era develar lo social fuera de la escuela para poder contarlo”.
Grasso, nos cuenta su experiencia de la contrainformación de durante el golpe militar en Chile contra Salvador Allende. “Nosotros festejamos que Allende esté, de repente sucede lo que sucedió” Interesantemente surgió en la Escuela una hipótesis: “(los medios) nos van a contar una historia que no va a ser la real”. Es así como entonces comenzaron a hablarle a la gente que es lo que ellos recibían de sus fuentes. Las fuentes eran los mismos docentes como periodistas, teniendo de dónde conseguir información, supo precisar Grasso, descartando tener alguna fuente o agencia especial porque “todavía no estaba eso”. “Los medios hegemónicos van a decir, por fin cae Allende. Toda nuestra radio, todo nuestro contenido y experiencia nuestra era exactamente al revés”. Grasso reflexiona que podían calcular lo que pasaría, podían suponerlo, todo su discurso era de lamentación, de denuncia del golpe. Allí se sintetizó cómo gobiernos que venían antes y decir cómo tenían que ser y cómo era su existencia. “Nos estaban robando una autonomía y nosotros estamos ejerciendo una pequeña experiencia de autonomía colectiva”, para el director esto ha marcado a la identidad de la Escuela. Hacían información, contrainformaban, hacían interpretación de por qué caía Allende, pasaban esa interpretación, como las anécdotas y así entonces surgía un testimonio de lo sucedido, por parte de los mismos chilenos estando en Argentina, además de tener su propia opinión. “Sintetizábamos la idea que teníamos de una escuela que fuera bien informativa, descriptiva, que diera interpretaciones adecuadas de la realidad y que se animara a decir explícitamente lo que opinaba”.
Por último, se conversó el regreso a la actividad académica. Estando Grasso en Mar del Plata, se hizo un taller de “grabados” y vivió grabando los metales. Así, tuvo la oportunidad de que en la Escuela de Artes Visuales se enterará de que hay una cátedra de comunicación y estaban buscando una vacante, quedándose él allí. Reflexionó que hay momentos de la vida “estables” que son distintos a otros que hay estables. “El docente, es docente y durante unos años hace su trabajo como tal, pasa de un momento dado a ser dirigente de una escuela. Pero hay un momento que es inolvidable, el puente entre uno y otro. Allí uno se juega el destino”, para Grasso esa fue su experiencia en la escuela. “Nunca dejé de extrañar el puentecito de la Escuela”.